A lo largo de la historia de la televisión se han visto programas de todo tipo, pero de entre los más disparatados que se han visto (al menos en España), creo que puedo afirmar que el concurso que conocimos con el nombre de Si lo sé… no vengo se puede considerar de los más originales, eso por no hablar del que más honor hacía a su propio nombre, pues estoy seguro de que los concursantes sin duda pensaban esto varias veces a lo largo de los cincuenta minutos que duraba aproximadamente cada una de las emisiones de este show televisivo creado por Sergi Schaff.
Pero me estoy adelantando.
Empecemos por lo básico, ¿de qué trataba este concurso?
Este programa tenía una mecánica muy fácil de comprender. El participante (uno por cada programa) debía superar dos etapas con idénticas normas. En 12 minutos, debía lograr la victoria en todas las pruebas que pudiera, a la vez que la voz en off de El invisible Juanjo Cardenal le hacía una serie de preguntas de cultura general. Por cada prueba superada, el concursante acumulaba 1000 kilómetros, y por cada pregunta respondida correctamente, recibía 10.000 pesetas (unos 60€ aproximadamente).
En la tercera y última etapa, el concursante debía superar cuatro pruebas más en cinco minutos, sin dedicar más de veinte segundos seguidos a cada una. De conseguirlo, todos los kilómetros y el dinero ganado hasta el momento, se multiplicaba por dos.
Hasta aquí todo muy fácil, ¿verdad?… Bueno, pues puedo asegurar que de fácil este programa solo tenía la teoría.
Las pruebas que debía superar el concursante solían ser pequeñas tareas sencillas pero que requerían de cierta destreza física, concentración, observación, y habilidad, aunque siempre tendían a ser cómicas o ridículas. Y no os creáis que al concursante le dieran margen para que las fuera superando con tiempo, sino todo lo contrario. Al principio de cada ronda se presentaba una única prueba, y al poco tiempo, sin importar el progreso que llevara el concursante con las pruebas en curso, aparecían en el plató los elementos necesarios para las pruebas nuevas, las cuales eran descritas por el presentador (un jovencísimo Jordi Hurtado) al margen de que el concursante estuviera atento a lo que se le decía o no. De modo que inevitablemente este terminaba teniendo varias tareas acumuladas, por lo que conservar la calma y saber gestionar el tiempo en cada labor era indispensable.
Pero recuerda que al mismo tiempo se le hacían preguntas de cultura general para las cuales tenía solo unos segundos para responder.
Por si esto fuera poco, algunas de las distintas pruebas exigían atención ocasional al ser presentadas “gradualmente”. Por ejemplo: cada pocos segundos aparecía una azafata del concurso en un traje de baño de distinto color al de las demás y al concursante solo se le decía que les prestara atención pues cuando hubieran llegado todas se le haría una pregunta al respecto, y os recuerdo que esto pasaba mientras el concursante estaba atareado realizando las demás pruebas al mismo tiempo que respondía las preguntas que se le hacían.
¿Empezáis a ver la dificultad y la verdadera mecánica del concurso? El pobre participante terminaba viéndose desbordado por todas las tareas que debía atender al mismo tiempo, para que el público en el plató o desde sus casas se riera de como trataba de conservar la calma y gestionar el tiempo como buenamente podía mientras el presentador no hacía más que estresarlo más adrede, recordándole las pruebas que aún tenía pendientes, tratando de desconcentrarle, o inducirle dudas al respecto de si las había realizado adecuadamente.
Y mira que Jordi Hurtado parece un tipo simpático, especialmente si solo lo has conocido como presentador del programa cultural Saber y ganar. Pero durante los tres años que duró “Si lo sé… no vengo” (desde 1985 hasta 1988), no sé cómo no se ganó alguna que otra respuesta desagradable de algún concursante. Porque recuerdo que en las etapas más avanzadas del concurso (cuando lo emitían los domingos por la tarde en lugar del jueves por la noche y yo ya no era tan niño), el hombre llegaba a ser bastante cargante. Vale que era parte de su papel en el concurso… ¡pero que sufrir de verlo metiendo mas presión al concursante!
Al menos en la fase final, en dónde el concursante se lo jugaba todo a doble o mitad, no había preguntas y sabía de antemano las cuatro pruebas que debía superar para doblar tanto los kilómetros como el dinero acumulado.
Pero incluso en esto había truco.
El dinero ganado tras la prueba final era todo neto para el concursante, hasta aquí bien. Pero los kilómetros obtenidos se debían dividir entre el número de personas que viajarían finalmente. Por ejemplo: si el concursante pensaba viajar solo no había problema, pero si quería ir con su mujer debía dividir los kilómetros obtenidos por dos, si viajaba con dos amigos, los kilómetros disponibles se dividían por tres, y así sucesivamente.
¿Y para que servía ganar tanto kilómetro? Os estaréis preguntando con esta sagacidad que os caracteriza. Pues para que al final del programa el concursante pudiera elegir el destino del viaje que le pagaba el programa. Es decir, si por ejemplo había ganado 5000 kilómetros, por decir algo, el concursante podía elegir el viaje solo de ida a cualquier país que estuviera dentro del radio de los 5000 kilómetros. Pero si lo que quería era un viaje de ida y vuelta, debía dividir los kilómetros ganados por dos… salvo que una vez en su destino quisiera buscarse la vida.
Así que ya ves. Después de las peripecias que debía pasar el concursante (porque las pruebas de verdad que las había realmente hilarantes y ridículas en las que podía terminar recibiendo una caída, haciendo el ridículo, o mojarse y hasta ensuciarse), el participante terminaba de los nervios y encima debía soportar las gracietas de los actores del programa que interpretaban distintos personajes según fuera conveniente, como los “forzudos del sótano” González y González, el insoportable e “inevitable del ascensor” Damiá Barbany , o las tres azafatas “vecinitas de arriba”: Elena, Jair, y Janine.
Pero bueno, como se suele decir, una imagen vale más que mil palabras. Os dejo un video de YouTube con la intro del primer programa.
y un enlace a la web de “TVE a la carta” por si queréis ver algún capítulo entero de este singular programa y poder opinar con conocimiento de causa.
blog.tvalacarta.info/programa/rtve/si-lo-se-no-vengo/
Como recomendación, me gustaría hablaros de la plataforma web Mercado Local, una estupenda iniciativa para que los pequeños productores puedan vender sus productos sin intermediarios, de forma sencilla y sin coste para ellos. Pues ahora que empezamos la desescalada, es necesario apoyar al comercio local. Y la verdad es que iniciativas como esta, o la web adopta un bar de la que ya os hablé en el post de Super Castlevania IV, me parecen ideas geniales que vale la pena apoyar.
www.tablondeanuncios.com/mercado-local/
Y hasta aquí llega esta entrada.
Como siempre, te recuerdo que publico nuevo cada domingo, así que volvemos a vernos el próximo día 24 de este mes.
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Ánimo y éxito.
¡Qué buenos recuerdos! la de horas que había pasado yo con el «si lo se, no vengo!» Todo un clásico de nuestra televisión (sí, algunos tenemos una edad, jajajaj) y del incombustible Jordi.
HemosVisto!
¡Hola hemosvisto! ¿qué tal todo en hemosvisto.blogspot.com ? 😀
La verdad es que era un programa único con el que, incluso de pequeño (recuerdo verlo en estas tardes de domingo) le tenía sentimientos encontrados. Por un lado me partía de la risa al ver los pobres concursantes tratar de salir adelante mientras a cada momento aparecía algo totalmente disparatado en el plató como siguiente prueba (creo que una vez incluso recrearon una gigantesca planta carnívora al estilo «Little shop of horrors»), pero al mismo tiempo me hacían sufrir porque era obvio que más de uno se llevaba las manos a la cabeza por verse superado por el estrés al que se le sometía deliberadamente.
Aunque eso sí, se convirtió en todo un clásico, como bien dices (hombre, tampoco tanta edad tenemos… alguna «cana suelta» en todo caso jajajaja).
Un abrazo :D.
Yo no recuerdo este programa. Pero Jordi hurtado es que no envejece ni con cirugía. jajajajaja Al igual que creo que era tuti fruti y algún que otro juego alocado de la época. Los concursantes las pasaban canutas por lo que veo.
Como siempre entra nostalgia y al mismo tiempo que hace falta reír más en estos tiempos y más con la que nos viene después de la desescalada.
Buen post. Un saludo!!
¡¡Hola Keren!!, me alegro de verte 😀
Lo cierto es que cuando empezaron a emitirlo, era los jueves por la noche y yo era muy peque, pero si recuerdo verlo cuando más tarde lo emitían los domingos después del mediodía y que me hacía mucha gracia.
Desde luego no pienso contribuir a hacer más chistes sobre la supuesta inmortalidad/juventud eterna de este hombre… pero de verdad que, al margen de la broma, Jordi Hurtado tiene casi el mismo aspecto en este «Si lo sé… no vengo» que actualmente en «Saber y Ganar». Evidentemente se le notan los años más, pero no los más de treinta que han pasado entre ambos programas. No se si hace reiki, yoga, pilates, o sabe Dios que hace, pero es que me parece increíble jajajajaja XD.
No había pensado en ello hasta que lo has dicho. Y si que veo un patrón de hacer que el concursante lo pase mal para conseguir el ansiado premio. Entre este «Si lo sé… no vengo», y otros programas como «El gran juego de la Oca», el «Un, dos, tres…» y otros más, que mal lo pasaban pobrecitos.
Sea como sea, ya sea con cosas del pasado como de hoy en día, mucho me temo que tienes razón y ahora nos va a venir bien reír más que nunca para que toda la situación que estamos viviendo sea lo mas llevadera posible.
Me alegro que te guste el post.
Un abrazo bien grande 😀