Te saludo, oh buena persona lectora que vives en el universo al otro lado de la pantalla.
¿Qué tal te va todo? Me alegro mucho de verte por aquí. Adelante, pasa y ponte cómodo. ¿Ya te has servido algo bien agradable para beber y acompañar la lectura? Tómate tu tiempo para ponerte a tus anchas, que ya te espero.
¿Estás listo? Bien, pues hoy vengo a escribirte nuevamente sobre una historia de miedo. Lo cierto es que no deja de ser un tema sobre el que creo vale la pena pararse a pensar, en esta emoción tan primaria que poseemos todos y que sirve como un natural mecanismo de alarma que pretende avisarnos que algo no funciona bien en nuestro alrededor y que una posible amenaza (ya sea real o imaginaria pues el cerebro no hace distinciones al respecto) puede caer sobre nosotros, logrando así que nuestra mente y nuestro cuerpo se prepararen adecuadamente para luchar o bien salir por piernas. Sin embargo, al afrontar este sentimiento desde la comodidad de nuestro sillón favorito mientras leemos un libro, estamos a los mandos de un videojuego, o vemos una película, se “sufre” de un modo distinto. Sabes que estás a salvo, que cuanto pasa ante tus ojos no deja de ser algo ficticio que no puede dañarte, y sin embargo, la sensación sigue ahí. Puedes sentir tu pulso desbocándose, como se te acelera la respiración y la piel se te pone de gallina para que cuando finalmente llega el susto, puedas experimentar este espasmo repentino que recorre todo tu ser y te recuerda que sigues vivo. Algo más asustado y puede que con alguna cana más, pero oye, que descanso seguir de una pieza.
Por todo eso y más, no es de extrañar que el terror en la ficción sea un factor que despierta pasiones a incontables fans, y pese a que lo padecemos, muchos somos los que volvemos una y otra vez a la búsqueda de estas historias que nos pongan los pelos como escarpias para pasarlo en grande.
Personalmente es un género que encuentro muy interesante, por lo que no pocas veces lo he tratado anteriormente en el blog mediante posts que en su día te escribí sobre películas como La escalera de Jacob o Pesadilla en Elm Street, al libro La Tienda de mi admirado Stephen King, además de videojuegos como Forbidden Siren o mi queridísima franquicia de Silent Hill.
Sin embargo, tengo que admitir que tenía mis reservas al traerte este post dedicado a la película La Mosca de 1986, la cual tiene mucho más que ofrecer aparte de sus escenas grotescas que le hacen a uno retorcerse en el asiento. Pero si gran parte de su fama es debido a ello, es por algo. Así que antes de empezar quería comentarte que soy muy consciente de que muchos de vosotros acostumbráis a leerme mientras desayunáis o tomando un reconfortante cafetillo mañanero, por lo que no es mi intención arruinaros este momento con escenas desagradables de body horror, así que me abstendré de poner imágenes que puedan echarte a perder esta experiencia desde buena mañana. Sin embargo, este post no deja de contener temas difíciles de llevar para aquellos que sean especialmente sensibles, de modo que a partir de este punto aconsejo prudencia en la lectura.
Vamos, que si tras este leer lo que viene a continuación empiezas a mirar las moscas con otros ojos o te entran pesadillas porque has decidido ver la película, este que se te escribe no se hace responsable. ¡Quien avisa no es traidor!
Dicho todo esto, solo me queda darte la bienvenida y esperar que te guste este post.
¡Un abrazo bien grande!
T.A.Llopis
“Ten miedo. Mucho miedo”.
Nuestra historia empieza con el bueno de Seth Brundle (Jeff Goldblum). Un hombre de ciencia un tanto apocado que detesta desplazarse porque siempre se marea hasta en los vehículos más simples, pero por otro lado es un sujeto brillante y con un cerebro privilegiado que le otorga prácticamente el status de genio, dedicando su vida al estudio de diversas ciencias con gran pasión. Sin embargo, su gran meta es construir un aparato tan novedoso como revolucionario que podría cambiar el modo en que llevamos nuestras existencias para siempre.
Así se lo hace saber a Verónica Quaife (Geena Davies), una decidida periodista que conoce en una convención científica y a la que convence para llevar a cabo un ambicioso proyecto: redactar un reportaje sobre como Seth crea su increíble invento para, llegado el momento en que esté listo para ser presentado al mundo, Verónica tenga los derechos en exclusiva en lo que se refiere a entrevistas y reportajes al respecto. De hecho, Seth va más allá e incluso habla acerca de la posibilidad de presentar un libro que relate la experiencia con pelos y señales.
Todo muy tentador, desde luego. Pero como es lógico, Verónica quiere ver de que se trata el inventito de marras antes de dar una respuesta, por lo que Seth la lleva al laboratorio dónde vive para explicarle de que va el tema.
Una vez allí, se descubre que en lo que ha estado trabajando el entregado científico no es otra cosa que una serie de cabinas a las que llama telecápsulas y que permiten teletransportar la materia sólida de una a otra. ¿Puedes imaginar las posibilidades de tan sorprendente descubrimiento si Seth llega a salirse con la suya?, no solo se podrían enviar mercancías de un lugar al otro del mundo en segundos, sino que de llegar a funcionar, podría suponer el fin de todo medio de transporte convencional, así como ofrecer la posibilidad de llevar comida y otros recursos básicos a cualquier lugar del mundo dónde pudieran ser necesarios. Sería el fin de hambrunas, pobrezas, sequías, de tener que pegarse madrugones para tomar el metro para ir al curro, de la dependencia de combustibles fósiles para viajar. un ingenio digno de ser nombrado el mayor hallazgo científico de los últimos tiempos. La repera en patinete, vamos.
Impresionada por el talento de Seth, su inocencia soñadora, y el potencial de su invento si este llega a funcionar correctamente, Verónica acepta la propuesta y cada vez frecuenta más al laboratorio de Seth. Mas pronto que tarde ambos descubren una gran afinidad el uno por el otro y surge un apasionado romance que les lleva a vivir una relación de ensueño. Todo es precioso y perfecto, casi como si fueran dos adolescentes descubriendo el primer amor, por lo que los días siguientes son una sucesión de momentos llenos de felicidad, ternura y noches apasionadas mientras siguen trabajando en las telecápsulas al mismo tiempo que documentan los avances en su trabajo.
Sin embargo no todo es de color de rosa. Para empezar, los resultados de los experimentos no llegan a alcanzar la exigencia que Seth se exige a sí mismo y a su creación, lo cual le resulta frustrante en varios aspectos. Pero es que además, resulta que Verónica arrastra una parte de su pasado de la que no puede desprenderse tan fácilmente como quisiera, pues resulta que su editor y jefe Stathis Borans (John Getz) es también su ex. Para complicarlo todavía más, resulta que Stathis es un sujeto bastante repulsivo y altanero que no solo cae bastante antipático, sino que trata por todos los medios de reconquistar a Verónica con la misma sutileza que un mazo de herrero.
Una noche que prometía ser una celebración para la feliz pareja formada por Seth y Verónica, esta decide que ha llegado el momento de poner los puntos sobre las íes a Stathis para poder entregarse adecuadamente en su nueva relación y sale al encuentro de su anterior pareja con la intención de dar carpetazo a este episodio de su vida. Sin embargo, el pobre Seth malinterpreta el comportamiento de Verónica, por lo que tras la mala idea de intentar acallar los celos con la botella y pillar una buena cogorza, decide cometer un acto de temeridad absoluta al experimentar consigo mismo. De este modo, programa el ordenador de las telecápsulas para autoteletransportarse sin darse cuenta de que junto a é se encuentra una mosca común que se ha colado en el aparato.
Aparentemente, el experimento resulta ser un éxito. Incluso parece que Seth se siente como nuevo. Solo hay que ver como sale de la cabina de destino que forma parte de su propio invento: erguido, ágil, más fuerte, más seguro.
Admirado de sí mismo y su creación, se siente en la cima del mundo. Pero Seth empieza a sufrir una serie de cambios cada vez más notorios y aterradores que le van convirtiendo lentamente en otra cosa. Preocupado por las inquietantes mutaciones que se producen en su cuerpo, Seth pide ayuda a su amada para tratar de encontrar una solución a los inquietantes datos arrojados por el ordenador, indicando que la mosca se ha fusionado con Seth, provocando que el científico vaya convirtiéndose poco a poco en un ser aterrador e inicie un descenso a la locura que originará una serie de aberrantes consecuencias.
Y hasta aquí te puedo contar (incluso diría que he vuelto a escribir de más), por lo que si nunca has visto esta película y quieres saber como acaba este embrollo, ya sabes que te toca ver la película con tus propios ojos, porque yo no te voy a explicar como termina todo este follón.
¿Pero de dónde sale esta inquietante historia? ¿Es un guión original? ¿sale de una novela? ¿de un cómic quizás? Pues nada de esto, pues la idea se basa en un relato del escritor francés George Langelan, quien también es el autor de obras como Relatos del antimundo (1987), Twisted (1962), The Masks of War (1959), o Treize Fantômes (1971). A día de hoy puede resultarnos muy chocante saber que este relato apareciera por primera vez en una revista para adultos, concretamente en PlayBoy. Sin embargo, parece que por aquellos entonces era algo bastante común que este tipo de revistas presentara relatos literarios y no son pocos los escritores de renombre que publicaran varios de sus trabajos en estas publicaciones, como por ejemplo Ray Bradbury (que en 1964 vio como dicha revista serializó su obra más famosa Farenheit 451 después de que la publicara al año anterior sin mucho éxito de ventas), Ian Fleming (conocido por crear el personaje de James Bond), Arthur C.Clarke, que en 1964 publicó su relato Dial F for Frankenstein en dicha revista, o incluso el propio Roald Dahl (que posiblemente conozcas por libros infantiles como Matilda o Charlie y la fábrica de chocolate), quien escribió varias historias cortas para un público más adulto que serían presentadas en dicha revista, como por ejemplo Un buen hijo (1959).
Bueno, pues como te comentaba, George Langelan publicó su relato La Mosca (que puedes encontrar fácilmente en las redes) en 1957 a través de la conocida revista y con un éxito arrollador. Esta historia obtuvo tal popularidad que apenas un año después se estrenaba la película del mismo nombre, la cual fue dirigida por el director Kurt Neumann (que también participó en muchas películas de Tarzán) y protagonizada por el célebre actor Vincent Price. La película tuvo una gran repercusión al momento de su estreno, e incluso te diría que sigue siendo muy disfrutable a día de hoy pese a su antigüedad gracias a presentar un leve aire de cine noir, su fidelidad con el relato original, el uso de un recurso argumental tan sorprendente para la época como es el flashback, o su impactante final que podemos ver parodiado en el segmento Fly Vs Fly del capítulo Trehouse of Horror VIII de Los Simpsons (y ojo porque el título de dicha historia de la família de Springfield es una referencia al cómic Spy Vs Spy de la revista Mad Magazine). La película armó tanto revuelo que no solo se trata de un clásico en la historia de cine referenciado en varias ocasiones en otras producciones, sino que inspiró un personaje para el videojuego Hollywood Monsters, y contó con dos secuelas que, si bien pasaron sin pena ni gloria, hablan por sí mismo del éxito que fue esta primera producción con el título de La Mosca.
Pero a efectos de este post, de lo que me interesa hablarte es del remake de la película original, el cual se estrenó en 1986 y fue dirigida por el señor David Cronenberg.
Mucho ojo que ahora las cosas se pondrán un poco raras.
Este director original de Canadá acostumbra a realizar películas con un contenido visual marcadamente grotesco en forma de malformaciones físicas y criaturas horrendas que resaltan el estado mental o emocional de varios personajes, de modo que cuando más exageradas sean estas, más perturbado se encuentra el que las sufre o ve. De este modo, pretende mostrar el concepto que define como “nueva carne” en la hipotética unión evolutiva de la humanidad con los resultados de sus propios experimentos tecnológicos como alusión al enfrentamiento entre las leyes naturales y el razonamiento, lo cual termina resaltando la fragilidad de la especie humana. Dicho de otro modo, sus películas cuentan con muchas escenas de violencia gráfica bastante desagradable de ver mediante monstruosidades y seres deformes de todo tipo a modo de metáfora sobre diversos aspectos recurrentes en sus obras, mostrando una decadencia progresiva tanto moral como física en sus personajes y el entorno en que se mueven, lo cual puede ser producida por elementos tales como poderosos virus, visiones que desdibujan la frontera de la realidad, o máquinas increíbles, por poner unos ejemplos. Vamos, que sus trabajos no solo son difíciles de ver (incluso teniendo en cuenta que muchos de ellos son incluidos en el género del terror) sino que ponen a prueba la psique del espectador tal y como podemos ver en películas como Cromosoma 3 (1979), Videodrome (1983), Scanners (1981), M.Buterfly (1993), o The Naked Lunch de 1991 (basada en la novela del mismo nombre del autor William Burroughs) por citar algunas.
Y por supuesto, La Mosca, que se considera su trabajo más comercial realizado con una gran productora (20 TH Century Fox), no es una excepción.
Lo cierto es que el hombre se implicó mucho en este proyecto. De modo que no solo es el director, sino que trabajó en el guión junto a Charles Edward Pogue (que participó en varias películas de la saga Dragonhearth así como El Perro de los Baskerville de 1983 o Muerto al llegar de 1988), además de hacer una pequeña aparición en la película como el cirujano en la escena del hospital, y contribuir notoriamente al diseño de las telecápsulas que vemos en la película, las cuales ideó a partir de la forma que tiene el cilindro de una motocicleta. Y hablando del aspecto que tienen estas máquinas, es curioso resaltar que el primer diseño que vemos y que es descrito por el protagonista como “un prototipo que funciona pero funciona mal”, es en realidad el primer prototipo que construyeron y que fue descartado posteriormente. Pero mientras me documentaba para traerte este post, lo que más me impactó fue saber que el principal productor de la película también trabajó en la forma que finalmente tendrían las telecápsulas, y que este era nada más y nada menos que Mel Brooks, el famoso director gracias al cual podemos disfrutar de películas cómicas tan hilarantes como La Loca Historia de las Galaxias (1987), Drácula: Muerto pero feliz (de 1995 y con Leslie Nielsen), o El Jovencito Frankenstein (1974). De hecho, Brooks quería que su participación en La Mosca fuera un absoluto secreto por miedo a que el público no se tomara en serio la película si se terminaba sabiendo que trabajaba en ella… pero claro, ocultar algo así es tremendamente difícil y terminó saliendo a la luz de todos modos. Y aún te diré más, pues resulta que fue el propio Brooks quien propuso que esta producción se distanciara de la película de los cincuenta en lo que a desarrollo de la trama se refiere.
Por todo lo dicho anteriormente en lo que se refiere al estilo de este peculiar director que es David Cronenberg, no es de extrañar que la película que hoy vengo a presentarte sea especialmente conocida por presentar varias escenas muy desagradables (de esas que dejan a uno con mal cuerpo) pero muy bien desarrolladas gracias al gran trabajo de animatrónicos, efectos especiales a la antigua usanza, y maquillaje prostético, lo cual le valió al especialista maquillador Crhis Walas el llevarse el premio de la academia en esta disciplina durante la ceremonia de los Premios Óscar en 1987 (con razón el mismísimo Spielberg lo quería fichar para que trabajara en Gremlins 2).
Sin embargo, puede que estas escenas tan gráficamente asquerosas se lleven todo el protagonismo y la fama, pero no son las más abundantes ni tampoco representan todo lo que esta película tiene por ofrecer.
Para empezar, puede que se trate de la clásica historia en dónde un científico tan talentoso como malévolo acaba perdiendo la chaveta y resulte ser la principal víctima de su invención en un giro irónico que solo sirve de excusa para mostrarnos abundante casquería de forma gratuita, pero nada más lejos de la realidad. Es una historia se preocupa muy mucho de mostrarnos el deterioro psicológico de un hombre bienintencionado, del peligro que implica jugar con fuerzas demasiado poderosas que rápidamente pueden desbocarse, mostrarnos un romance idílico que poco a poco va deteriorándose junto con el protagonista, afectando amargamente a quienes le rodean y su entorno. Es una película que invita al espectador a teorizar sobre varios de los aspectos de la misma a través de varias pistas e hilos argumentales deliberadamente abiertos, pero también es una trama cargada de celos, inseguridades, de sueños rotos dramáticamente, de como una persona se lleva voluntariamente al límite y es lentamente consumida (literalmente) por una serie de decisiones tomadas de forma impulsiva, pero sobre todo es una historia trágica cuya conclusión no deja indiferente.
Todo ello se consigue no solo gracias a una peculiar forma de dirigir y un guión bien construido con abundancia de frases lapidarias que se le quedan a uno, sino también gracias al genial trabajo de su elenco, empezando por el actor en el papel protagonista Jeff Goldblum. De hecho, esta película supuso su salto a la fama y la verdad que esto es algo que me llama mucho la atención porque, en fin, no se que pensarás tu pero siempre me ha parecido un tipo simpático y muy de la broma. Especialmente si tenemos en cuenta que es el mismo actor que troleó a los jugadores del videojuego The Lost World de PlayStation 1 que desbloquearon el final secreto, que interpretó al carismático doctor Ian Malcolm (un matemático que más bien parece una estrella de rock) en la mítica película Jurassic Park de 1993, que protagoniza esta entrañable serie de El mundo según Jeff Goldblum para Disney, y que entre rodaje y rodaje se entretiene tocando el piano con una banda de jazz (The Mildred Snitzer Orchestra de la cual te dejo un interesante link aquí). ¡Si es que dan ganas de invitarle a algo!, es una persona con quien uno se iría a tomar unas cañas.
Pues bien este actor, que venía de realizar un pequeño papel en Invasion of the Body Snatchers de 1978, hace un gran trabajo en La Mosca y me atrevería a decir que es uno de sus puntos fuertes. No hay más que ver como logra dominar cada una de las fases emocionales por las que pasa el personaje de Seth Brundel, desde el soñador científico admirador de Einstein que es al principio, pasando por el engreído sujeto que sale de la máquina y que posteriormente va experimentando un mayor deterioro cognitivo a medida que avanza su horrible transformación (necesitando largas sesiones de maquillaje que duraron más de cinco horas en sus últimas etapas). Si es que hay escenas en que incluso imita los movimientos de una mosca común con total naturalidad.
Pero ojo, que el bueno de Goldblum no es el único que se lo curra en esta producción y la labor de Genna Davies (que venía de hacer Tootsie de 1982 junto a Dustin Hoffman) en el papel de Verónica es bien digno de mención. Y eso que al principio Cronenberg no estaba muy seguro con la idea de contar con esta actriz debido a que en aquel momento era pareja de Goldblum fuera de las cámaras, pues el director temía que esta relación pudiera afectar al rodaje. Sin embargo, este factor resultó ser una ventaja añadida al lograr plasmar la gran química que se aprecia entre ambos personajes, al margen de la notable actuación que Davies logra con su personaje al mostrar la personalidad fuerte aunque emotiva de su rol, así como el modo en que le afectan los acontecimientos de la historia. Dicho sea de paso, otro de los logros que se pueden apreciar en esta producción es precisamente como cada uno de los personajes principales (incluyendo el Stathis de John Getz) reacciona ante los crudos acontecimientos y como sus caracteres avanzan acorde a ello, llegando a mostrar actitudes que uno no se espera y que sorprenden especialmente en el caso de Stathis, pero que cuadran perfectamente con el impacto que les causa cada situación. Y ya que hablamos de los actores, no puedo dejar de comentar acerca de la breve aparición que realiza el boxeador George Chuvalo como el matón que acepta hacer un pulso con el protagonista, o la actriz Joy Boushel (en Busca del Fuego de 1981 o Mira quien Habla de 1989) en el papel de Tawny, la chica que Seth conoce en esta misma secuencia.
A todo lo dicho solo queda comentar que esta película cuenta con un diseño de producción/dirección de arte que yo no te se decir exactamente porque o porque no deja de ser bueno o es mal en sí mismo, pero si que me ha llamado la atención debido a la inquietante atmósfera que logra recrear entorno a la película y transmitiendo una gran incomodidad al espectador desde el comienzo. Todos los escenarios, pasando por la fiesta, el despacho de Stathis, el piso de Verónica, y sobre todo el laboratorio de Seth (solo la fachada ya da un mal rollo que tira de espaldas) logran que con solo un vistazo se nos quede bien clara la personalidad de los distintos personajes así como su estado en cada momento, prestando especial atención al laboratorio de Seth que claramente va degenerando con este. Así mismo, también es muy digno el trabajo del compositor Howard Shore (que participó en la trilogía de El Señor de los Anillos de Peter Jackson además de otras muchas películas de Cronenberg), el cual logra recrear una lograda sensación de misterioso desasosiego solo con el tema principal que podemos oír en los créditos iniciales y que puedes escuchar aquí.
Conclusionando. Puede que las asquerosas escenas de body horror, los efectos especiales (la escena en que Seth trepa por las paredes es impecable) y las horrendas mutaciones que aparecen en esta La Mosca tiendan a llevarse la gran parte de su repercusión mediática, pero al contrario de lo que suele ocurrir en otras producciones que usan estos elementos, dichas escenas no forman la mayor parte de la película ni tampoco el único punto destacable de la misma pues aquí también contamos con un guión bien elaborado para explicar más de lo que parece haber a simple vista, una dirección firme, actuaciones muy interesantes, un más que destacable apartado técnico que sigue siendo muy efectivo actualmente, y lo combina con un ritmo tan directo como ágil en el que no faltan elementos de drama, romance, incertidumbre, e introspección de los personajes, logrando así causar un gran impacto en todo aquel que la vea. Y por supuesto hay terror, mucho terror. Por todo ello no es de extrañar que sea una película muy bien valorada dentro de su género y que a día de hoy siga dando mucho de que hablar. De hecho, fue todo un éxito de taquilla que con sus 15 millones de dólares de presupuesto logró recaudar 200 millones, indicando claramente que el público en general quedó impactado con esta producción, por lo que no es de extrañar que se produjera toda una oleada de merchandising y productos relacionados como un cómic e incluso inspirar una ópera (¡en serio!).
Lástima que su secuela de 1989 no lograra los mismos resultados ni de lejos. Y eso que hay ideas interesantes con las que poder seguir tirando del hilo, pues La Mosca de 1986 cuenta con mucho material descartado en forma de escenas eliminadas o sugerencias que si aparecían en los primeros bocetos del guion, como mostrar uno de los repugnantes experimentos de Seth en su intento de lograr una cura, una secuencia con fatales resultados para una anciana que encuentra al protagonista hurgando la basura, que Seth y Verónica llevaran años casados al empezar la historia, e incluso una trama con tintes corporativos que implica el robo de los planos de las telecápsulas con un villano en forma de un despiadado jefe del protagonista que pretendía adueñarse del invento, así como un final alternativo que despejaba uno de los mayores misterios de la historia.
Pero una cosa si te voy a decir. Si ya la has visto y tienes ganas de repetir… bueno, ya sabes lo que hay. Pero si no es el caso y tras leer este post te sientes lo suficiente valiente como para enfrentarte a esta película, permíteme que te de el siguiente consejo: bajo ningún concepto se te ocurra verla comiendo ni convenzas a una persona a quien quieras impresionar para que la vea contigo. Créeme, luego me lo agradecerás. Pues aunque tenga varios aspectos elogiables, La Mosca no deja de ser una producción destinada a los estómagos más duros… yo ya te advertí.
Y hasta aquí llega este post.
Pero, ¿que me cuentas tu al respecto? ¿ya habías visto esta película o alguna otra de David Cronenberg? ¿qué te pareció? Ya sabes que me encanta leerte y te agradecería mucho que me dejaras tus impresiones en la caja de comentarios.
Como recomendación de la semana, quiero hablarte nuevamente una de estas iniciativas que tanto me gustan y que se sirven de los videojuegos como medio para hacer un gran bien a quienes más lo necesitan. Me estoy refiriendo a Fundación Juegoterapia, cuya finalidad me parece más que admirable. La idea salió en 2010, cuando a su fundadora Mónica Esteban se le ocurrió darle una PlayStation a un niño ingresado por un tratamiento de quimioterapia. En un ambiente tan atemorizante como este, echar unas partidas cambió el modo en que este joven aventurero vivió su experiencia. Desde entonces, el proyecto Juegoterapia se dedican a recoger consolas y videojuegos para donarlos a los hospitales, además de recaudar donativos de socios, y voluntariado, para crear jardines, áreas de juegos, y hasta cines para que los niños con cáncer. Te dejo el link directo con todas sus actividades, proyectos, información, y modos en que se puede colaborar con su gran labor.
De nuevo, quiero recordarte que tú eres la otra mitad de este blog, y sin ti no existiría Tallopis-escribe. ¡Gracias por estar ahí!
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Y ya me despido de ti hasta el próximo domingo 28 de noviembre. No sin antes recordarte que ya está disponible en formato digital mi libro LOS OTROS TÚ: Relatos de ciencia-ficción y terror en otros universos.
Espero que te guste.
Hasta entonces, te deseo feliz semana. Cuídate mucho y pásalo bien.
Salud, ánimo, y éxito.