¡Saludos y abrazos, oh buenas gentes que vivís en el universo al otro lado de la pantalla! Me alegro mucho de verte por aquí y te doy la bienvenida al blog.
Vayamos al grano, que hoy traigo un tema sobre el que tengo muchas ganas de escribirte.
Pero antes, me gustaría que te pararas un momento a reflexionar sobre cierta cuestión.
¿Qué te hace reír?
Puede ser una película, una serie, un libro, o un tipo de chiste en concreto. ¡Lo que se te ocurra! Todo vale. No hay límites en tu respuesta.
Piénsalo con calma, no hay prisa.
¿Lo tienes? ¡Excelente!
Ahora piensa, ¿porqué te hace reír esto y no otra cosa? Tómate tu tiempo.
Ya me perdonarás si se te hace raro que te haga unas preguntas tan aparentemente extrañas, pero lo cierto es que es un tema interesante, y es que todo aquello que nos hace gracia y nos hace pasarlo bien, disfrutar, en definitiva, que nos hace reír y despierta nuestro lado más cómico y alegre, resulta ser algo muy personal.
A riesgo de que pueda ser contradictorio, creo que reírse es algo que debe ser tomado muy en serio. ¿Sabías que un niño es capaz de reírse unas 300 veces al día? (impresionante), mientras que el adulto medio con suerte apenas llega a las veinte veces por día (¡preocupante!). Y es que no solo se trata de la cantidad de ocasiones en que llevamos a cabo este acto inherente en nuestra especie, pues se han llegado a escribir verdaderos ríos de tinta sobre todas los beneficios que hay al respecto: para empezar, y siendo quizás el más evidente, al hacernos unas buenas risas se reducen notablemente los síntomas de la ansiedad y el estrés, refuerza el sistema inmune y favorece la circulación, relaja la musculatura (alivio de hombros y contracturas), es un analgésico natural, ayuda a prevenir enfermedades, mejora la respiración, potencia el intelecto, y estrecha lazos. Cuando dos o más personas se están riendo de lo mismo, se establece un vínculo, se envía un mensaje “nos estamos riendo de lo mismo, tenemos algo en común”, entre otros muchos beneficios a nivel social.
Y por si esto fuera poco, partirse la caja un rato, cagarse/mearse de risa, desternillarse, mondarse, y otros sinónimos, tienen un efecto añadido que me parece superior: favorece la creatividad a lo bestia, derribando los límites de nuestro pensamiento y permitiéndonos expandir nuestras ideas, así como la búsqueda de soluciones alternativas y nuevas vías de razonamiento que no habíamos explorado hasta el momento. Piensa por un segundo en la última vez que te contaron un chiste, se te pone ante ti una situación con una cierta lógica y sentido, que puedes analizar, hasta que llega el final del mismo, este remate devastador e imprevisto que manda la lógica a freír espárragos hace que tu cerebro se sorprenda, y no puedas evitar soltar una carcajada.
Vamos, que pese a todas estas veces en que queramos negarnos a ello, reírse es la repera en patinete, por lo que en todas las culturas y generaciones se ha dado su búsqueda. De este modo, no es de extrañar que la industria del entretenimiento haga especial hincapié en el provocar esta emoción, pues la risa vende. De este modo, y como ocurre en toda forma de toda diversión comercial lanzada a un gran público, el género del humor en el séptimo arte también ha tenido sus cambios a lo largo de cada época, siendo esto fuertemente influido por los acontecimientos sociales del momento, y por lo tanto, debe ser comprendida dentro de su contexto histórico.
“Porqué te estoy contado todo este rollo”, pensarás seguramente con esta sagacidad que te caracteriza. Pues porque hoy me gustaría escribirte al respecto de uno de los grandes títulos en lo que se refiere al cine cómico, una película que viene rápidamente a la mente cuando se habla del tema, y que pese a tener un abundante contenido que puede ser controversial en muchos aspectos, no cabe duda que llegó pisando muy fuerte. Me estoy refiriendo a Airplane!, que casi con toda seguridad conoces con títulos como Aterriza como puedas, Flying High, o ¿Y dónde está el piloto? según desde dónde me estés leyendo.
Sin más dilación, ya paso a relatarte la trama de esta película. No sin antes desearte que disfrutes del post y recomendarte que te abroches bien el cinturón, pues todo indica que este va a ser un viaje muy movido.
Empecemos.
Para Robert Stryker (Robert Hays), las cosas no han sido fáciles. Fue un audaz piloto durante la guerra, pero fueron tales las impactantes experiencias que vivió durante este periodo de su vida, que desarrolló un pánico extremo a volar, con lo cual perdió totalmente la confianza en sí mismo y quedó incapacitado para volver a pilotar. Stryker trató de enderezar nuevamente su vida como misionero junto a la mujer que ama, Elaine Dickinson (Julie Hagerty), pero la nueva actitud de Stryker hacía realmente difícil la relación entre ambos y ella acaba dejándole. Vamos, que entre una cosa y la otra, nuestro protagonista no es que ande muy centrado últimamente y le cuesta mantener un trabajo estable, hasta que acaba conduciendo un taxi para poder ganarse la vida (que el chaval también tiene que llenar la nevera y pagar el alquiler como cualquiera). Un día, el destino le lleva a dejar un cliente al aeropuerto, siendo ahí cuando descubre que Elaine se ha hecho azafata y que debe embarcar en un vuelo con destino a Chicago. Desesperado por tener una oportunidad de arreglar las cosas con Elaine, decide hacer de tripas corazón y enfrentarse a su miedo a volar, para lo cual compra un pasaje para el vuelo 209 de Trans America, el mismo en que se embarca Elaine, para tener la esperanza de hablar con ella. De este modo, y temblando como un flan, Stryker acaba subiendo al avión sin pensar en las consecuencias.
Pero al margen de esto, las cosas están a punto de ponerse muy pero que muy turbulentas, todo por culpa del menú servido a bordo. Pues una vez en pleno vuelo, todos los pasajeros que eligieron cenar pescado en lugar de carne se enferman violentamente, incluyendo el piloto Clarence Oveur (interpretado por Peter Graves), y el copiloto Roger Murdock, que en realidad resulta ser la estrella del baloncesto Kareem Abdul-Jabbar (interpretado por el verdadero deportista que jugó en la NBA con Los Ángeles Lakers) haciéndose pasar por otra persona para que nadie le reconozca.
Ante tal situación, Elaine solicita ayuda al único médico a bordo, el doctor Rumack (interpretado por Leslie Nielsen), quien comprende rápidamente la gravedad de la situación y el riesgo que corren sus vidas. Por si esto fuera poco, el piloto automático (interpretado por Otto en su debut para la gran pantalla), no es capaz de manejar el gigantesco Boeing 707 en el que viajan. Ante tal situación, Elaine y el doctor Rumack buscan desesperadamente a alguien entre el pasaje que tenga un mínimo de experiencia a los mandos de un avión para poder evitar el desastre. Como podrás imaginar, el único a bordo que sabe un poco de que va el tema es Stryker, el cual se verá obligado a ponerse a los mandos de la cabina pese a su pánico a volar y que pilotar un avión de pasajeros cuatrimotor es mucho más complicado que en la avioneta monoplaza de cuando servía en el ejército.
Por suerte, o por desgracia, Stryker cuenta con la ayuda por radio que le ofrecen dos personas desde el aeropuerto de Chicago: el oficial Steve McCroskey (interpretado por Lloyd Bridges), quien eligió un mal día para dejar de fumar, y Rex Kramer (Robert Stack), que detesta fuertemente a Stryker desde que fue su oficial superior en la guerra.
Con todo este percal, y sumando que entre el pasaje hay sujetos de lo más peculiar que van desde monjas surferas hasta dulces ancianitas adictas a sustancias nada recomendables, este vuelo promete ser un absurdo total en el que se pueden producirse infinidad de disparatadas situaciones.
Y hasta aquí puedo escribir sobre la trama. Si no has visto nunca esta película, y quieres saber en que termina todo este absoluto desmadre, tendrás que comprobarlo por tus medios viendo la película, porque yo no te lo voy a contar.
Si lo que vemos en pantalla es todo un caos, lo que sucedió tras de las cámaras tampoco se queda corto. Y es que hasta el mismo origen de la idea de la que parte esta disparatada comedia son de lo más curiosos.
Todo empezó con un telefilm canadiense del año 1956 llamado Flight into the Danger, el cual gozó de un considerable éxito hasta el punto que sirvió de inspiración para la película Zero Hour (1957). Esta película también tuvo una acogida de lo más respetable y sirvió de inspiración para la novela Runaway-Zero-Eight (1958), escrita por Arthur Hailey, que también es el autor de The Final Diagnosis (1959), Airport (publicada en 1968 y que inspiraría otra película), o Strong Medecine (1984) entre otras muchas.
Y aquí es dónde entran en acción los hermanos David y Jerry Zucker con su amigo Jim Abrahams, quienes crearon el grupo de teatro Kentucky Fried Theater cuando estaban en la universidad, y que con el tiempo serían de sobra conocidos gracias a películas como Top Secret! (producción hilarante que no descarto traer un día al blog) y la famosísima Naked Gun/Agárralo como puedas.
Pero me estoy adelantando a los acontecimientos.
La cosa es que este trío de comediantes tenían muchas ganas de llevar al cine una parodia de la película Zero Hour cuando todavía estaban cursando sus estudios, pero tuvieron que dejar el proyecto para más adelante. En su lugar, y por recomendación del experimentado director John Landis (que con el tiempo dirigiría películas como Desmadre a la americana, El monstruo de las bananas, Blues Brothers, El principe de Zamunda, y muchas mas) terminaron creando Kentucky Fried Movie en 1977, basada en su trabajo sobre los escenarios y que les sirvió para tomar más experiencia en el campo cinematográfico. En este punto, por fin estaban preparados (o eso creían) para ponerse manos a la obra con su idea original de llevar a cabo su peculiar visión de Zero Hour, a la que inicialmente llamaron The Final Show, pero que terminaría siendo conocida por el nombre original con que la conocemos actualmente: Airplane!.
Les costó trabajo conseguir unos estudios que aceptaran su guión, pues nadie quería arriesgarse con la idea de llevar a cabo una película sobre de una producción ya existente, especialmente si era una parodia. Finalmente, y no con pocas dudas, fue la productora Paramount Pictures quien aprobó el proyecto con un presupuesto inicial de 5 millones de dólares, una cantidad tan escasa para su proyecto que no solo tuvieron que comprometerse en terminar el rodaje en un mes, sino que para la mayoría de papeles secundarios fue necesario pedir la colaboración desinteresada de amigos y familiares de los tres directores-guionistas del film, como la señora que intenta maquillarse sin éxito, que no es otra que Charlotte, la madre de David y Jerry Zucker. Además, para evitar todo posible embrollo legal que pudiera surgir en el futuro, y curarse en salud, decidieron comprar los derechos de Zero Hour, lo cual imagino que también dio un buen bocado al presupuesto.
Sin embargo, una vez superadas todas estas dificultades, aún no estaba todo listo para empezar a rodar: faltaba elegir el reparto de la película. Y la verdad es que la cosa no fue nada fácil, pues ni Abrahams ni los hermanos Zucker querían a cómicos reconocidos para esta película, sino a actores de corte más “serio” que preferiblemente no hubieran trabajado anteriormente en una producción humorística, y así poder pillar al público por sorpresa al ver la película en cines.
De este modo, para el papel de Kramer se eligió al actor Robert Stack (famoso por ser el presentador del programa Misterios sin resolver) el cual tuvo algún que otro problema para dominar su papel, pues no lograba darle la comicidad que requería el rodaje, y por lo que terminó basando su actuación en imitaciones de él mismo realizadas por otro actor. Mientras que para interpretar al doctor Rumack, en un principio se pensó en Don de Louis y Christopher Lee (¿te imaginas que llegan a darle el papel?), pero se terminó eligiendo al actor Leslie Nielsen que (agárrate fuerte) en aquel momento tenía poca o ninguna experiencia con el cine cómico. De hecho, antes de Aterriza como Puedas/Airplane! había actuado principalmente en producciones de cine negro o del género dramático, por lo que esta película fue su salto a la comedia.
Por otra parte, la elección de los protagonistas también trajo lo suyo, pues para el papel de Elaine audicionó la mismísima Sigourney Weaver, que no logró convencer en el casting, por lo que al fina fue Julie Hagerty quien terminó llevándose el gato al agua. Mientras que para interpretar al sufrido Stryker en un principio se había pensado en el presentador de The Late Show, David Ledermann, que tampoco fue elegido y se terminó otorgando el trabajo a Robert Hays.
Finalmente, y pese a que en los primeros pases de prueba no tuvo muy buena reacción del público, esta película norteamericana se terminó estrenando en julio de 1980 en su país de origen, y se convirtió en un éxito arrollador que llegó a recaudar más de 150 millones de dólares en todo el mundo.
No solo había nacido una estrella, no solo fue una de las producciones más exitosas a principios de los ochenta, sino que esta producción fue un sonoro golpe sobre la mesa que marcó un muy claro antes y después en el modo de hacer cine cómico, hasta el punto que hoy en día sigue estando muy presente en su género. Y no es para menos, pues esta producción es una de las pioneras en el campo del humor absurdo, dejando una huella muy profunda, tal y como veríamos en trabajos posteriores muy influenciados por esta Airplane!, como las ya mencionadas Top Secret! y la saga Agárralo como puedas/Naked gun, pero también en la franquicia de Scary Movie. Casi casi podría decirte que se trata de la primera spoof movie, tal y como entendemos este concepto actualmente.
Todo lo anteriormente dicho puede sonar muy exagerado, pero desde luego que fue algo totalmente rompedor al momento de su estreno. No solo es una monumental parodia de la película Zero Hour, pese a que gran parte de su guión fue usado casi sin cambios (aparte de las partes cómicas) en Airplane!, sino que hace numerosas referencias a otras producciones muy populares a principios de los ochenta, como Tiburón, Rocky, Casablanca, o Fiebre del Sábado Noche. Además, cuenta con un humor disparatado, absurdo, y eficaz que apenas da un segundo de respiro al espectador al tratarse de una de estas producciones en que prácticamente se produce un disparate a cada minuto, tomando varias frases hechas al pie de la letra, con un importante elemento slapstick, abundantes gags de guión (con varios sinsentidos intencionados), además de contar con muchos elementos visuales tanto a primer como segundo plano, rupturas de la cuarta pared, y un sin fin de situaciones deliciosamente estúpidas y rocambolescas, incluyendo la mención de Charles Dickens en los créditos finales por haber escrito Tale of two cities, así como una sorprendente escena postcréditos(vamos, que esto no es un invento de Marvel). En definitiva, todo un desfile de situaciones exageradas hasta el extremo y totalmente hilarantes que solo buscan una cosa: lograr que termines llorando literalmente de risa.
Y créeme que lo consigue, o al menos así ha sido en mi caso. A lo largo de esta semana he vuelto a verla para poder prepararme adecuadamente para escribirte este post, y te aseguro que más de una vez he tenido que darle al botón de pausa para poder darme un respiro antes de seguir el visionado.
Desgraciadamente, hay un pero.
¿Recuerdas que al principio del post te decía que esta película está rodeada de polémica? Pues no es para menos. De hecho, aconsejaría a todos aquellos de vosotros que no habéis visto la película con anterioridad y que tengáis ganas de hacerlo, que os enfrentéis a ella con la mente muy abierta (requisito importante) y que tengáis muy presente en todo momento el contexto de la época en que se rodó. Pues esta producción (como supongo que todas) es un producto muy propio de su época, y a finales de los setenta/principios de los ochenta la sociedad era muy distinta a como es actualmente, con la correspondiente diferencia en el modo de afrontar sus valores y la manera de pensar que esto conlleva. Tanto, que sería totalmente impensable que una producción de estas características fuera estrenada hoy en día, no al menos sin levantar algunas ampollas. Aparte que tendría una negativa recepción por parte del público, y no lo digo por que muchos de sus gags han quedado obsoletos y en varios aspectos ha envejecido algo regular, que también, sino porque en algunos momentos hace un humor nada sutil en base a temas bastante delicados como las adicciones, abusa de ciertos tópicos hacía ciertos colectivos (con la intención de ridiculizar dichos tópicos y no las personas pertenecientes a dichos grupos), muestra de manera puntual unos gags que parte del público podría tachar de mal gusto, y desprende un ocasional tufillo sexista que le sobra (menos mal que algo se ha mejorado en este campo pero aún queda mucho por hacer).
A dónde quiero ir a parar con esto, es que no se puede tomar esta película en serio, pues lo que busca es precisamente ir al extremo y servir una parodia puramente absurda que puntualmente ridiculiza varios conceptos conflictivos sin mandar ningún mensaje concreto. Aquí solo hay espacio para experimentar con el humor y servirlo en su máxima expresión.
Conclusionando: Te puede gustar más o menos, lo cual es maravilloso en ambos casos. Pero está claro que nos encontramos ante un clásico de la comedia que fue ideado con toda la intención de romper moldes. Y vaya si lo logró. Airplane!/Agárralo como puedas es una película icónica dentro de su genero, y que con sus 41 años que han pasado desde su estreno al momento de estas líneas, ha logrado arrancar sonoras carcajadas a muchas generaciones de espectadores gracias a su humor nada sutil, exagerado y absurdo, pero sobre todo, efectivo. Lo cual le valió estar nominada al Globo de Oro y al premio Bafta como mejor película.
Ante tamaño éxito, ya podrás suponer que se produjo una segunda parte llamada Airplane! II: The Sequel en 1982. Lástima que no tuviera tan buena acogida y que sea una de estas segundas partes que no fueron buenas.
Pero esto es otra historia.
Y hasta aquí llega este post.
Como recomendación de la semana, quiero presentarte nuevamente una de estas iniciativas que tanto me gustan y que se sirven de los videojuegos como medio para hacer un gran bien a quienes más lo necesitan. Me estoy refiriendo a Fundación Juegoterapia, cuya finalidad me parece más que admirable. La idea salió en 2010, cuando a su fundadora Mónica Esteban se le ocurrió darle una PlayStation a un niño ingresado por un tratamiento de quimioterapia. En un ambiente tan atemorizante como este, echar unas partidas cambió el modo en que este joven aventurero vivió su experiencia. Desde entonces, el proyecto Juegoterapia se dedican a recoger consolas y videojuegos para donarlos a los hospitales, además de recaudar donativos de socios, y voluntariado, para crear jardines, áreas de juegos, y hasta cines para que los niños con cáncer. Te dejo el link directo con todas sus actividades, proyectos, información, y modos en que se puede colaborar con su gran labor.
De nuevo, quiero recordarte que tú eres la otra mitad de este blog, y sin ti no existiría Tallopis-escribe. ¡Gracias por estar ahí!
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Y ya me despido de ti hasta el próximo domingo 3 de octubre. No sin antes recordarte que ya está disponible en formato digital mi libro LOS OTROS TÚ: Relatos de ciencia-ficción y terror en otros universos.
Espero que te guste.
Hasta entonces, te deseo feliz semana. Cuídate mucho y pásalo bien.
Salud, ánimo, y éxito.